Casa de Hungría

- ¿Qué eres, una farmacia ambulante? - preguntó mientras un pequeño sonrojo surcaba sus mejillas. - ... normal... - decidió al fin.

Le quitó el condón y lo abrió, tomando el preservativo y dejando la envoltura a un lado. Luego, con su salvación bien sujeta, tomó al amigo de Prussia [jajajajaja xD] con su mano libre. - Pero si lo hago así será incómodo... date la vuelta. - le dijo demandante.

- Suelo estar bien preparado y tener variedad para cada ocasión. - habló sin quitar atención de los movimiento de su compañía.

Cuando la mano de ésta comenzó a tocar su hombría, dejó escapar un suspiro. Luego enarcó una ceja ante la orden, pero no objetó nada y obedeció. Total: cuando entrara en ella tendría practicamente todo el control y al no ser para nada precoz...¡Ah, Hungría luego le vendría a pedir por más, seguramente! Se decía, sonriendo lascivo.

Ya teniendo a Prusia de espaldas al colchón, y debajo de ella, depositó un beso en sus labios y comenzó a bajar, besando su quijada [hace cuanto que no usaba esta palabra xDu], su cuello, su clavícula, y su pecho; allí se entretuvo jugando con uno de sus pezones mientras su mano no olvidaba las atenciones hacia sus zonas vitales, y la otra se entretenía con el pezón restante.

- A este paso, comenzaré a temer que me quieras dejar pegado contra la cama. - bromeó en cuanto su boca fue liberada.

Intentó sujetarla para volver a besarla cuando está comenzó a bajar. Se quedó observándola, resistiendo las ansias lo más que podía. Le encantaban los juegos preliminares, pero ya sus deseos de adentrarse en ella estaban llegando a las nubes; quería verla retorciendose de placer, pidiendo por más.

- Ah, o...oye... - murmuró con voz viciada - Ya no aguanto las ganas.

La húngara rió y colocó cuidadosamente el condón en el miembro del albino. Ella también estaba bastante ansiosa, así que le miró y esbozó una sonrisa.

- Anda, aventurero, ve a descubrir las selvas vírgenes de Hungría - dijo entre risas.

Al escucharla, no perdió segundo más.
Volvió a unir sus labios a los de la ojiverde, sin perder ese contacto mientras intercambiaba posiciones y se posicionaba en sus piernas; sólo lo hizo cuando una de sus manos tomó su miembro para buscar el sitio y ángulo correcto.

- ¿Estás lista? - dijo al encontrar la alineación, sin dejar de mirarla a los ojos. No iba a decirle más, si llegaba a dolerle mucho, ya se enteraría por el puñetazo que le daría.

La mujer, presa de la impaciencia, asintió mientras le volvía a besar.

Acomodó mejor sus piernas, flexionándolas sabedora de que el próximo movimiento podía convertirse en un infierno si ambos no colaboraban con la causa.

Al verla lista del todo, empezó a presionar hacia dentro al tiempo que ahogaba un gemido. Estaba algo estrecha, pero mientras no se pusiera tensa...

Sintió cómo la masculinidad de Prusia se presionaba contra su entrada, abriéndose paso... más allá de la incomodidad y el dolor que causaba la intromisión, no era tan malo... claro que aún no había llegado a la peor parte, y era consciente de que cuando Prusia rompiese su barrera, iba a querer llorar.

Al encontrarse con el punto donde al parecer debía hacer más presión, volvió a unir sus labios a los opuestos y sujetándola con firmeza de las caderas dio una embestida para lograr atravesar la barrera de la forma más rápida; esperaba por su integridad física que así hubiera dolido menos y que Hungría no tuviera una sartén escondida bajo la cama.

Sintió algo desgarrarse en su interior y... ¡ADIÓS VIRGINIDAD! La húngara se habría sentido dichosa con este suceso, pero en cambio, sentía ganas de agarrar de los pelos al joven sobre ella y estrellarle la cara contra la pared hasta romperle la nariz, ¡¿cómo demonios podía doler tanto?! Ah... claro... es que él era "AWESOME"... en todos los sentidos...

Incapaz de decir algo, le mordió el labio inferior con tal fuerza, que acabó rompiéndolo, mientras sus uñas se enterraban en su espalda.

Dejó escapar un jadeó de dolor, ante la mordida, los rasguños y la presión que las paredes internas habían comenzado a ejercer en su miembro, pero la ojiverde no era cobarde, así que seguro que le estaba doliendo bastante.

Con prisa, sin dejar de besarla, llevó una de sus manos a los senos para estimularlos y que olvidara el dolor de abajo, en donde aguardó unos momentos antes de retroceder un poco y volver a arremeter, buscando la manera de encontrar un ritmo tranquilo. Se había puesto muy estrecha y sino comenzaba a transformar eso en placer su temía que su 'amigo' fuera extrangulado hasta la muerte (xD?).

Intentaba por todos los medios posibles despejar su mente, el dolor es algo psicológico, se decía a sí misma; le había oído jadear de dolor y se sintió la peor, correspondía a sus besos torpemente, y cuando su mano comenzó a pasearse por su busto todo perdió sentido.

El dolor, poco a poco, se convertía en fuego, un fuego interno que la quemaba y asfixiaba, pero a pesar de ésto, deseaba que no se terminara nunca, quería sentirle aún más dentro de ella, y se lo hizo saber cuando su lengua, lamiendo su antes herido labio, se introdujo en la boca del hombre repentinamente, mientras sus uñas soltaban la piel de su espalda para acariciarla luego.

Dejó escapar un sonido gutural cuando la mujer comenzó a relajarse. Sonrió con satisfacción y orgullo al comenzar a sentirla disfrutar y exigirle por más contacto.

Sus manos rozaron de forma más hambrienta toda la suave piel de la húngara, dirigiendo una a las caderas de ésta. Cuando la tuvo bien sujeta empezó un ritmo mucho más fuerte y más rápido.

Cuando Prusia aceleró el ritmo y la fuerza de sus embestidas, Hungría no pudo evitar comenzar a gemir del placer y abrazarse fuertemente a él en un intento de sentir cada tramo de su piel contra la propia.

Sus besos, entrecortados, no cesaban aún así, y cada tanto sus propios gemidos se veían silenciados por la falta de oxígeno en sus pulmones, o se perdían en algún rincón de la boca contraria.

Su lengua se rosaba con gula contra la otra, pero él quería dejar marcas y lamer todo el terreno que estuviera a su alcance.

Cuando logró escapar de la boca contraria, llevó sus labios al cuello de la chica en donde succionó buscando dejar una marca; al ver que se formaba un hematoma rojizo, sonrió satisfecho y siguió descendiendo hasta llegar a sus pechos.

Una vez su boca fue liberada, inhaló una gran bocanada de aire, que refortaleció sus pobres pulmones y le devolvió la energía. Sin embargo el muchacho no le daba tregua, y como si no fuese suficiente con sus incesantes invasiones, al sentir sus labios contra su cuello se sintió desfallecer, por la presión ejercida supo que ese hombre la había marcado, pero no le importó.

- Ahh... Gilbert... ¡vas a volverme loca! - soltó entre gemidos, completamente excitada.

Al escucharla sintió una punzada en su miembro, le fascinaba oír ese tipo de cosas y aunque fuera raro escuchar algo así de Hungría sin que luego le diera un golpe...

Se relamió los labios antes sujetarla bien para intercambiar las posiciones. Ya con la ojiverde a ahorcadas él podía ocuparse menos del movimiento y más en otras cosas.

- A ti te gusta estar arriba, ¿o no? - sonrió al tiempo que llevaba ambas manos a los pechos de ella - Realmente son enormes, justo como me gustan. - dijo con tono lascivo mientras intentaba entender cómo Roderich había hecho para haber pasado de ella todos esos años.

Se preguntaba qué quería hacer el albino para cederle su lugar de absoluto control y poder, pero seguramente lo descubriría en breve, así que se concentró en llevar ella el ritmo, subiendo y bajando sobre él con velocidad y fuerza, sentía sus senos rebotar por el movimiento... hasta que Prusia los tomó con sus manos.

- Siendo así no me extrañaría que Ucrania fuese tu conquista favorita... - soltó a modo de broma ante la confesión del muchacho.

- Probablemente, pero prefiero los tuyos que no tienen nada que ver con el imbécil de Ivan. - dijo escurriendo una de sus manos hacia por la espalda de ella para acariciarla en toda su extensión y para frenar un poco los movimientos contrarios.

Había pensando que no podría moverse tanto al ser primeriza, si bien claro, debió de haberselo esperado porque era ella. O tal vez era cosa de mujeres.
No quería venirse tan rápido, pero no iba a decirle a Hungría que literalmente sentía que lo estaba exprimiendo. Igual el tener sus dos manos libres, compensaba eso.

- Además ahora que lo pienso yo las descubrí. Debería ponerles nombre en compensación del trauma que me llevé.

- No way - soltó ante el último comentario del joven - deja a Buda y a Pest en paz - sentenció. Sus movimientos se tranquilizaron un poco, lo cual la hizo sentir algo insatisfecha, pero el placer seguía allí, latente en ella.

Entonces, cometió el error nuevamente, fijó durante varios segundos seguidos la mirada en los ojos ajenos, y acabó como tantas veces antes sumergida en esos iris color rojo escarlata. Sus movimientos no se detuvieron, pero sí su cerebro.

- Buda y Pest, me gusta como suenan, se llamarán así entonces. - bromeó antes de notar que la otra ahora parecía algo absorta de la situación, aunque lo estuviera mirando a él. ¿Estaría pensando en otro, acaso?

Su brazo la atrajo con algo de brusquedad hacia él, para sentirla lo más pegada posible y para buscar hacerla salir de su ensoñación.

Sintió cómo era jalada hacia él de golpe, y salió de su pseudo-trance en el acto. - ¿Decías algo? - preguntó completamente ignorante de las palabras del hombre bajo ella, aún así, la mitad de su atención se centraba ahora en sus entrepiernas unidas, y en el vaivén de sus propias caderas contra las ajenas, no podía darse por inocente ante todo lo que estaba pasando, pero mucho menos se estaba arrepintiendo.

Su entrecejo se frunció ante esas palabras.

Su cuerpo no tardó en irse con todo su peso sobre ella y reclamar sus labios con brusquedad. Probablemente, se decía, no volvería a tener la oportunidad de explorar los territorios húngaros; todavía le parecía algo irreal encontrarse dentro de ella.

"Pero la estreches y calidez..."

Intentaba no pensar en eso, pero ya estaba llegando a su límite al parecer.
Gruñó de placer antes de empezar a moverse con mucha fuerza, no quería perder la atención de Hungría otra vez.

Gimió ante el brusco cambio del chico, se había ofendido, estaba segura de ello. No pudo más que sujetarse de las sábanas y abrir sus piernas lo más posible, o Prusia la destrozaría de seguro.

Aún así, le encantaba esa sensación de agresión y brusquedad, sentía que alcanzaría el cielo en cualquier momento. Correspondió a sus besos con total vehemencia.