Casa de Hungría

Al sentir que la húngara se separaba de él para ponerse de pie, quiso protestar, pero luego al ver la invitación de ésta no dudó en aceptarla y levantarse también.

- Me acabas de quitar mi ilusión de hacerlo al final de las escaleras...

- Sólo tu puedes tener fantasías así... - dijo a modo de broma, y le guió a su cuarto, tenía ganas de caminar leeeento y hacer el corto trayecto más tortuoso para su invitado, pero sus propios deseos le jugaron en contra y en un santiamén ya se encontraba abriendo la puerta de aquél lugar al que jamás había dejado acceder a Gilbert (almenos conscientemente).

Al poner un pie en el cuarto, hechó un vistazo general al sitio.

- Si no está aquí...¿Entonces exactamente dónde tienes tu colección de sartenes?

Luego posó sus ojos sobre la cama; sonrió con malicia antes de abrazarla por la espalda para que ésta pudiera apreciar bien su abultado estado.

- En un cuarto especialmente dedicada a ellas... - le respondió con ironía, puesto dicho cuarto nunca había existido, y dudaba que existiese en un futuro.

De repente sintió los brazos del albino rodeándola, y algo más... sonrió ante aquello, que fácil le era el alterarle. - ¿Tienes pelotas de tennis en el bolsillo o sólo estas feliz de verme? - le preguntó con sorna.

Se giró entre sus brazos para hacerle frente y una sonrisa traviesa escapó de sus labios.

- No me gusta el tennis. - se limitó a decir embozando una sonrisa orgullosa y libidinosa a modo de complicidad - Pero si te quedan dudas, puedes echar un vistazo. - dictaminó, llevando una de las manos de la húngara a su entrepierna.

No le extrañó su comportamiento, Prusia pecaba de atrevido y se le conocía por ser un hombre de poca vergüenza. Si eso era lo que quería, lo tendría, pensó mientras acariciaba con insistencia aquella zona tan masculina y sensible a la vez del hombre.

Suspiraba de vez en cuando de gusto al sentir las atenciones, mientras que una de sus manos se colaba por la espalda de la húngara para desabrocharle el corpiño y sus labios se posaban en el cuello contrario para aspirar mejor el rico aroma de la chica, además planeaba dejar más adelante aunque sea al menos un pequeño chupón o mordisco allí. Era una tendencia que tenía, suponía que Hungría estaba al tanto por las veces que había logrado mordisquear un poco a Austria [ xDD *imagina a Rode sin un cacho y muere*]

Acomodó el cuello para dejarle un mejor acceso al prussiano, mientras sus manos se entretenían desabrochando el cinto del hombre, para luego hacer lo mismo con sus pantalones.

Se preguntaba si se le estaría complicando la cosa por allá atrás, puesto le extrañaba aún sentir su corpiño tan firme y contra su piel. Fue entonces cuando una pregunta surcó su mente... ¿sería ella la primer mujer con la cual Prussia mantendría una relación sexual? Y aunque intentó imaginarle con alguien más, como Bélgica o Ucrania, sus pensamientos se esfumaron ante su nueva hazaña, había logrado desabrocharle los malditos pantalones y ahora una de sus manos se apresuraba juguetona dentro de éstos.

- Tienes las manos frías. - dejó escapar con voz juguetona.

Segundos después de lograr desabrochar el puñetero sostén, acaricio la espalda de la mujer libremente, sin obstáculos de por medio, antes de dirigirla para acariciarle uno de los pechos piel a piel.

- Tú también pareces estar algo dura. - rió lascivo al hacer contacto con su pezón.

- No tanto como tú. - dijo con falso enojo y le empujó, tirándolo en la cama para luego subírsele y sentarse sobre sus caderas.

Desde allí le miró, se sentía poderosa. Tiró la parte de arriba de su pijama al suelo, y rápidamente el sostén le hizo compañía, sintió el golpe de frío contra su piel, pero sabía que desaparecería pronto.

- Ya me parecía que eras de aquellas que les gusta estar arriba. - dijo medio reincorporándose al apoyar sus antebrazos en el lecho - Y al parecer estás muy ansiosa.

Pero él mucho no se iba a quejar. Imitandola se terminó de quitar las ropas de arriba, antes de volver a atacar los labios contrarios, buscando también rozar sus cuerpos.

Rió ante sus palabras y luego correspondió a su beso, estaba bastante entretenida en él, en apegarse lo más posible a su cuerpo, que no se dio cuenta cuando una palabra pasó fugaz por su cabeza.

"Austria" retumbó en su mente, y se paralizó por completo... ¿qué demonios hacía besando a Prussia en su cama, y a medio vestir? ¿En qué estaba pensando cuando permitió que un beso llegase a esas instancias? Oh no, la culpa empezaba a invadirla, si Austria se enterase... ¿qué pensaría de ella?

Y todos estos sentimientos se vieron reflejados en el beso, antes cargado de deseo, y ahora lleno de dudas.

Al sentir que los deseos contrarios parecían comenzar a flaquear, en el transcurso del beso terminó sentándose en la cama, quedando la ojiverde sentada a ahorcada sobre él; así buscó generar más contacto y fricción contra la entrepierna húmeda de la chica con la suya palpitante.

Actualmente, no tenía la fuerza para someterla, sólo le quedaba estimularla y hacer que se olvidara de Austria, porque seguramente aquel frígido tenía la culpa de estarla enfriando. Claro que hubiera sido estúpido de su parte no prever que eso podía pasar, pero a menos que lo apartara él no iba a detenerse ya.

Las acciones de Prusia no hacían más que distraerla, y ella no quería eso, no quería llegar a una instancia en la que olvidaría completamente al austriaco nuevamente, le daba pánico.

Pero no pudo evitarlo, su boca, su entrepierna rozando insistentemente la propia, se estaba volviendo loca. Entonces ya no quería pensar en nada ni en nadie, dejaría que fuese lo que Dios quisiese y se abandonaría a sus deseos más turbios.

Así lo hizo, volvió a "atacar" al hombre frente a ella empujándole contra la cama, estirando su cuerpo sobre el otro y besándole de forma demandante.

Dejó escapar una leve carcajada de triunfo al verse nuevamente abordado de manera brusca por su compañía.
Su lengua no tardó en buscar a la opuesta mientras que sus manos se aferraron a la cintura de la pelicastaña, al principio para no perder el ritmo del roce de sus entrepiernas en una simulada penetración, luego al ver su oportunidad, rodó e intercambió las posiciones; siendo sus primeras víctimas las ropas que aún le quedaban a la chica, las cuales volaron al mismo tiempo.

- Vaya que estás mojada, ajajaja.

Allí se la quedó observando unos momentos, a medida que una sonrisa, de gustarle muchísimo lo que estaba viendo, se formaba en su rostro. Aunque a su vez la noción de recordar que no tenía experiencia previa con mujeres lo hacia dudar un poco, si llegaba a lastimarla seguramente Hungría no sería piadosa y lo mataría, lo haría sufrir y retorcerse de agonía.
Luego dedujo que no habría problemas porque seguro ella sabía.

"Después de todo Austria es un hombre" dijo algo dubitativo, sin pegar la atención de la rosacea vagina, intentando imaginar a ese frígido entrando por allí.

[Lástima que deduce MAL xD]

Al quedar ella abajo no se quejó, intuía que iba a hacerlo tarde o temprano. Luego se fue sonrojando a medida que Gilbert se deshacía de su ropa.

- ¡Basta ya! - le gritó la húngara con sus mejillas completamente rojas, y es que no soportaba que el hombre se quedase viendo aquella zona tan privada de ella como si fuese una papa que se iba a comer.

Ahora que lo pensaba, el prussiano se encontraría con una pequeña sorpresa dentro suyo... no podía creer que esta era la primera vez que intimaba con un hombre, sentía vergüenza de sí misma, tanto, que se cubrió el rostro con las manos y sintió ganas de desaparecer.

Al escucharla gritar, instintivamente se llevó un brazo delante temiendo un golpe, empero en vez de eso allí estaba la ojiverde muerta de vergüenza...

"Como si se tratara de una virgen."

Un tic nervioso comenzó aflorar en su ojo derecho ante ese pensamiento; pero eso era ridículo, ella estaba prácticamente casada con Roderich. Pero ante la duda...¿total que más lejos que un golpe podía llegar a ganarse por preguntar?

- Oye, te hago una pregunta: ¿tú alguna vez antes lo has hecho? - inquirió; sintiendo una especie de déjà vu rememorando el día que descubrió que era una chica.

La pregunta de Gilbert la había tomado desprevenida, ¿ahora qué haría? No podía decirle que sí simplemente... el albino sería el primero en ir a publicarlo en algún lado para fastidiar a Austria.

- ... - ¿qué hacer? ¿Qué hacer? Pensó rápidamente todas las posibilidades, pero si decía que no lo era, de todas formas él lo descubriría luego; entonces suspiró apesadumbrada. - Sí, lo soy... ya, búrlate. - inquirió molesta, cruzando los brazos sobre el pecho y viendo a otro lado, molesta.

Su tic se detuvo por la respuesta; tampoco le era algo tan difícil de creer: Hungría no era un piano, entonces...

Y allí estaba otra vez, medio-traumandose por culpa de la mujer. Tal vez el destino se había ensañado con él o Hungría se lo hacía apropósito.
Sin embargo, momentos después...aunque entendía claramente el doloroso problema que la inexperiencia de ambos podía ocasionar, la idea de ser quien la deflorase le iba gustando cada vez más; dudaba que luego pudiera alardear de esa gran hazaña a los cuatro vientos sin ser acribillado, pero eso no cambiaba mucho el asunto (además, como si no hiciera general lo que quería, a pesar de los riesgos): él iba a saberlo, ella también y Austria no. No le parecía muy mala la ecuación.

- Bah, en vez de burlarme prefiero ayudarte con tu problema y asunto arreglado. - rió con brio - Aunque te aviso que solamente tengo experiencia con hombres.

- ... ouch... - dijo a modo de broma ante la confesión del albino.

Tampoco era que le molestase, hasta cierto punto se sentía mejor al saber que no era la única con falta de experiencia allí, aunque fuese sólo en el campo de lo heterosexual. Sabía lo que el acostarse con ese hombre significaba, sabía o intuía todo lo que él podría hacerle luego con la simple excusa de contarle a Austria lo ocurrido, todo lo sabía... pero también sabía que quería hacerlo, ahora y con él, y el resto ya quedaba de lado.

Lo tomó por los hombros, y volvió a besarle fogosamente, sedienta de él.

El ojirojo empezó a rozar y acariciar las curvilineas regiones de la húngara hasta llegar sus manos a los muslos de la mujer; no tardó mucho en dirigir una a la húmeda feminidad de ésta, buscando comprender su anatomía y encontrar el punto G de allí. Mientras se preguntaba si debería dilatarla un poco antes, estaba muy lubricada, pero al ser la primera vez de ella y él no teniendo un porte pequeño...¿Y por qué se preocupaba tanto? Se preguntaba también; no iba a romperla.

"¡Cierto!" Pensó para sí misma, que tonta... ¿cómo se había salteado ese pequeño GRAN detalle? Como pudo intentó sacarse al hombre de encima, debía apresurarse o lo olvidaría. - E-Espera Gilbert... - pidió suplicante, soltando un pequeño gemido sin querer.

Al sentir que lo quería apartar, intentó ignorarla hasta que habló.
Con expresión medio molesta, pero tranquila, puso ambas manos apoyada a los lados de los hombros de la ojiverde (no se le iba a escapar tan fácil); mirándola fijamente, esperó a ver que le decía.

La húngara le miró de forma seria. - Traes forros, ¿cierto? - preguntó de repente.

- Ah...eso. - dijo encontrándole mucho sentido a eso.

Luego quiso decir un 'Bah, yo quería ver la cara de Roderich cuando le saliera el niño como yo.' pero nombrarlo podía hacer que ella se echara para atrás.

Llevó su mano a los bolsillos traseros de su pantalón y sacó su billetera; estaba bastante abultada, pero más bien por tener papeles, condones y una foto con Alemania "Y mejor que no vea la que tengo de Austria, intentará quitármela ¬¬" que plata.

- Mmm, veamos...tengo...¿normal, saborizado o fosforescente? Tú dime. - sonrió con malicia.