Casa de Hungría

- Mételas en una olla con agua - le dijo DEMASIADO concentrada en el omelette para ser normal o_oUu.

El que Prusia estuviese tan calmado era la gloria para ella, pero también se sentía raro e incómodo, como si en cualquier momento fuese a saltar con algo.

Buscó la olla, luego puso las papas y un poco de agua del grifo.
Acto seguido encendió la hornalla superior izquierda y puso las papas allí.

"Otra vez la tranquilidad."

La ojiverde parecía demasiado concentrada en la comida y como estaba intentando no decir nada molesto...
Como no había nada más allí que mostrara signos de vida, sin darse mucha cuenta, comenzó a mirarla de manera fija sin perder movimiento alguno. Ya cuando quiso acordarse, su mano había acomodado uno de los mechones castaños de Hungría tras su oreja. Lo había hecho como reflejo para que no hiciera contacto con el omelette.

- Ah... - medio gimió dando un paso hacia atras, al pensar que al segundo siguiente tendría al omelette de sombrero.

Tan pero tan concentrada estaba, que cuando Prusia le tocó el cabello, se sobresaltó, y volteó de forma brusca, estampando la espátula que pensaba usar después en la cara del hombre.

- ¡¿P-PERO QUÉ HACES ANIMAL?! ¡¿ME QUIERES MATAR DE UN SUSTO?! - le gritó ésta, alterada.

Dio dos pasos hacia atrás, luego del golpe, por suerte había sido con la espátula y no con la sartén.

- ¡¿PERO QUE RAYOS TE PASA A TI?! ¡INTENTO SER AMABLE Y TAMBIÉN ME GOLPEAS! - gritó hastiado acercándose nuevamente y sujetándola de la muñeca de la mano con la que le había pegado, antes de calmarse - Si tanto me odias, no actúes amable conmigo. Eso realmente me enferma.

- ¿Eh? ¿Odiarte? - la mujer se extrañó mucho ante las palabras de Gilbert, ¿él pensaba que ella lo odiaba? Admitía que peleaban mucho, que si uno decía blanco el otro negro y así, pero no creía que fuese para tanto. A lo mejor las actitudes agresivas que tenía hacia él le herían... ¿pero no se portaba así con todos de cualquier modo?

Por más que quiso, no pudo evitar que las palabras del albino fuesen tomadas en serio, ¿qué les estaba ocurriendo? ¿Y por qué le importaba?

- Gilbert... - le llamó la mujer, seria, mirándole fijamente a los ojos - ¿qué te pasa? - preguntó al fin.

- Acabo de decírtelo. Intento ser amable e igual parece que no te contentas con nada. - dijo sin perder contacto visual con ella, aunque se permitió observar con el tacto que la muñeca de ésta, a pesar de la fuerza descomunal que tenía, era pequeña y delicada "Bueno...ella es una mujer, después de todo."

- Entonces si tanto te molesto, echame de una vez e intentaré no molestarte más. Yo no te voy a preguntar cómo debería actuar para caerte mejor, yo no puedo ser tan amable...

Dejó su frase inconclusa. Sabía que no era bueno insultar a Roderich delante de ella, además sintió que mejor era no decirlo ¿por qué se andaba comparando con el austriaco? Ya ni se entendía él mismo.
Tenía claro que le molestaba la relación que éste y Hungría llevaban, pero era porque así se prestaban atención entre ellos y no a él, no era como si estuviera celoso.

- ¿Molestarme? - se quedó tarada, ¿de qué hablaba? - si me molestases ya te lo habría dicho tiempo atrás, no entiendo qué te pasa pero espero una explicación... - le dijo tajante, sentía cómo le sostenía la muñeca como si no quisiese que se fuera... no se quejaría, después de todo ya la soltaría cuando quisiese soltarla.

Cabeceó ante las palabras de Elizaveta, pero no dijo nada.

¿Explicación? Ni él se entendía, así que no podía darle algo más concreto; pensaba que mejor huir de allí antes de que fuera demasiado tarde para su persona: la cocina tenía muchos elementos punzo-cortantes y ollas.

Pensando en eso, miró rápidamente hacia sus lados y luego volvió sus ojos rojos sobre ella. Solamente tenía que soltarla y huir por donde había entrado, el tema es que no tenía exactamente ganas de soltarla.

- No sé. - terminó diciendo con voz confundida, mirando a su mano con frustración, puesto se negaba a obedecerlo y no la soltaba - Seguro no es nada.

No se convenció mucho con sus palabras, pero no iba a exigirle que hablara. - Bien... entonces... ¿puedes soltarme? Digo, a menos que pretenda que termine la cena a una sola mano... - comentó tratando de bajar las tensiones.

- Cierto, pero creo que...

Volvió a mirar mal su mano y más cuando sin razón aparente su dedo pulgar acarició la piel de la húngara. Al segundo siguiente le soltó la mano con brusquedad al grito de:

- ¡Mujer, ve a ponerte algo de ropa de una maldita vez!

Al parecer la mano del hombre se había rebelado contra sí mismo... sintió la cálida caricia de éste y extrañamente se dio cuenta de que estaba contenta.

Luego se asustó ante la reacción de Prusia, ¿le estaba pidiendo que se vistiera? Él nunca pedía cosas así... sino más bien al contrario. Pero ya que... lo haría y ya.

Salió de la cocina sin atreverse a decir nada y fue a su cuarto a cambiarse, olvidando por completo la cena.

Al quedarse solo en el sitio, se permitió suspirar con alivio, antes de volver a recordar lo que había pensando segundos atrás...cosas que no eran raras viviendo de él, salvo por el hecho que las había pensado de Hungría: nunca antes que recordase había tenido ganas de saltarle encima, ni siquiera en los tiempos que tuvo la fuerza y pudo haberlo hecho, ahora era una sentencia de muerte hacerlo.

- Bah, seguro que aunque se bañó le quedaron las feromonas (?) de Austria, ajajajaja. - rió al tiempo que apagó la hornalla del omelette y luego de unos cinco minutos lo hizo con las papas - Debería irme, aunque... - su estomago le recordó el hambre que había comenzado a sentir hacia poco.

Luego se quedó callado, comenzado a incomodarle un poco el silencio.
Curioso de saber que hacia la chica se acercó a la escalera y miró hacia arriba, antes de subir dos escalones.

- ¿No puedes ser más lenta, verdad? - inquirió, tenía ganas de sentir al menos un "muerete".

- ¡Púdrete Gilbert! - le respondió la mujer. - ¡Si tienes hambre come ahora y vete! - le dijo, pensando que por cómo era Prusia, ni siquiera estaba en sus planes esperarla.

No entendía muy bien el sentido de andar como él quisiese si ni siquiera era su casa, ella tenía derecho a andar en pelotas si así quería... pero mejor no. Se puso un pijama de dos piezas, no iba a vestirse para salir si no pensaba salir de cualquier forma, y bajó, tan ensimismada que no notó cómo su propio pie apoyó mal en la escalera, haciéndola trastabillar.

Intentó por todos los medios mantener el equilibrio, pero era demasiado tarde, y cayó sobre el prusiano sin más.

- ¿Y perderme el placer de molestarte al comer con la boca abierta? - bromeó. La verdad era que no le gustaba comer mucho solo.

Al escuchar que venía hacia allí, se quedó en el sitio para molestarle el paso. Estaba a punto de decirle alguna broma de que esperaba que bajara con un camisón de vieja, cuando la chica se tropezó.
Sus brazos se extendieron rápidamente para atajarla, terminando, por el peso, sentado en el piso con ella encima.

Allí por la cercanía que estaban teniendo, dio por hecho que no importaba la ropa que trajera puesta ni las feromonas de Austria, era las mismisimas feromonas de Hungría las que lo estaban afectando.

- A este paso hoy terminarás borrándome del mapa. - murmuró con la voz algo agotada, intentando controlarse.

Sin embargo, dudaba que sus brazos la fueran a querer soltar y que su nariz dejara de aspirar el aroma de los cabellos castaños.

- No es como si pesara tanto para aplastarte, no exageres... - dijo la mujer, con un leve sonrojo a causa de su propia torpeza, claro que no había comprendido las palabras del muchacho.

Sabía que tenía que levantarse y alejarse lo más pronto posible, pero algo extraño ocurría... ella no quería moverse de allí. Y de repente, la cercanía del albino no le pareció tan insoportable... hasta se le antojaba tentadora.

- No estaba exactamente refiriéndome a eso. - habló llevando una de sus manos al rostro contrario para acariciarlo y pegándola más contra sí con el que la seguía rodeando - Estás muy tibia.

- Y tú... tiemblas... - dijo anonadada, de nuevo le estaba pasando, había acabado por sumergirse en esos ojos escarlata. Realmente no sabía si era él el que temblaba, o ella misma, pero no le importó, sólo quería acercarse a esos ojos y que se la tragasen viva para dejar de sentir cómo su cuerpo se quemaba por dentro.

- Ah, claro. - murmuró más por decir algo que por otra cosa.

Estaba demasiado concentrado en los movimientos de Hungría y en que el calor corporal de ambos parecía empezar a aumentar.

Acercó su rostro y presionó sus labios contra los contrarios. En un segundo de lucidez entendió que aquello era su sentencia de muerte probablemente, pero de algo tenía que morirse [sep, hasta Gilbo concuerda con vos xD].

No se sorprendió cuando la besó... ¡¿por qué no se sorprendió?! La húngara sentía que todo daba vueltas a su alrededor, pero no podía detenerlo. Así que optó por aferrarse a Prusia y corresponder su beso... tal vez era eso, quizás era sólo que las constantes ofensas del hombre hacia ella y todo lo que hacía le habían otorgado el sentimiento de querer sentirse querida por él... sí, eso debía ser, no es que estuviese despertando sentimientos por él, solamente le besaría y luego ya no volvería tener esa estúpida necesidad latente nunca más.

Cuando sintió que se aferraba a él, pensó que el paso siguiente sería estrangularlo no corresponderle; motivado por eso se dejó llevar y buscó besarla más veces tornándose cada beso más demandante y apasionado que el anterior.
Los territorios húngaros sabían demasiado bien y sus ansias de explorarlos con más profundidad sólo iban en aumento.

Apenas se quiso dar cuenta, ya había caído en la adicción por los labios ajenos. El tenerle ahí, el que quizás pudiesen descubrirlos le excitaba. Siguió besándole con mayor intensidad, tratando de aplacar las propias necesidades de su cuerpo.

En el transcurso, sus manos se habían mantenido más bien estáticas, buscando aferrarla como temiendo que se le fuera a escapar, pero poco a poco fue notando que no lo haría. Fue así que al momento de empezar a tocar uno de los pechos de la ojiverde, cortó brevemente el contacto de sus labios y la observó seriamente.
Acostumbrado a simplemente irrumpir naciones sin pedir permiso, le parecía estúpido estar medio preguntando, porque ya llegado a esos extremos solamente se detendría si Hungría lo moliera a golpes; más bien quería ver la reacción en el rostro de ella.

Se quedó tildada ante la mirada del joven frente a ella, ¿qué haría ahora? Sintiendo la mano del hombre en una de sus zonas sensibles, no sentía deseos de protestar, al contrario... quería que continuara.

- Gilbert... - soltó sin quererlo realmente, y una de sus manos se deslizó entre las hebras del albino suavemente, para luego sujetar su cabello con fuerza y empujarle hacia ella, para volver a besarle.

Tanto el escuchar su nombre como el que tirara de su cabello no hicieron más que aumentar su excitación. Sus labios comenzaron con más desespero que antes y su lengua buscó hacer presión para abrirse paso a la boca contraria.
Una de sus manos no tardó en adentrarse bajo la parte superior del pijama para acariciar su espalda, mientras que la otra buscaba de forma algo brusca desprender los botones de la misma.

Debía concentrarse y ponerse de pie, pero estaba tan distraída en él que le parecía algo imposible de lograr. Abrió la boca cuando sintió la lengua caliente del prussiano chocar con desespero contra sus labios, y su lengua no tardó en encontrarse con la intrusa, enredándose con ésta.

Sus manos mientras tanto se entretenían desabrochando la parte superior del uniforme de aquél hombre que minutos antes invadía su mente sólo en sus deseos de muerte, dolor y sufrimiento.

Haciendo uso de la poca lucidez que poseía, se puso de pie, invitando al albino a hacer lo mismo.