Casa de Hungría

Hungría entró en su casa y se fue a la cocina, quería preparar algunas galletas por si alguien se asomaba por allí.

-... que silencio...- fue lo único que dijo, mientras buscaba los ingredientes para cocinar.

Apenas Hungría entró a la casa, asomó de entre los arbustos aledaños a la casa; quedándole algunas hojitas en el cabello. Para ahorrarse el viaje a la casa de Austria, había ido a ver si se encontraba allí.

- Pero al parecer no.

Se cruzó de brazos pensativo, antes de decidir acercarse con sigilo a la casa para ver que malévolo plan se traía entre manos la húngara; así, no tardó en asomarse levemente por la puerta trasera.

"Parece sólo estar cocinando." La chica no era Inglaterra, así que su comida no era peligrosa; luego observó los lujos del hogar "¡Hasta tiene un plasma! No tienen consideración con mi pobre y micronacional persona" [no le creas y en todo caso le usa las cosas a Ludwig >D]

Ignorante del ser que la observaba, la mujer amasó con amor y dulzura sus galletas, y hábilmente las acomodó en una bandeja de aluminio, introduciéndola en el horno que luego encendió.

Consciente de que éstas demorarían más de 20 minutos en llegar al punto de cocción ideal, subió a su cuarto en busca de algo de abrigo... el frío ya le hacía doler manos y pies.

Al llegar a su habitación, optó por pegarse una realmente rápida ducha caliente para calentar un poco su cuerpo, y ponerse su ropa interior y una bata. Se calzó las pantuflas y bajó corriendo a la cocina antes de que sus pobres bebés pudiesen siquiera secarse más de lo debido.

"¿No se ha dado cuenta?"

La chica estaba al parecer demasiado concentrada en lo que parecían ser galletas; o sea, él se merecía más atención que la comida, aunque eso significaran sartenazos, pero bueno, ya les había tomado cierto gusto.

"O tal vez me está engañando y en cualquier momento sacará su sartén y...¡ahora!" pensó al ver que se agachaba pero sólo fue para poner la bandeja en el horno.

En cuanto la otra subió, ingresó dentro de la casa, para curiosear mejor y tal vez encontrarse un plasma gratis en el camino.

- Ah, soy bello. - se dijo mirándose en un espejo que había encontrado.

Pasado unos minutos tuvo intenciones de subir, para ver que hacia y ver que más podía encontrarse gratis en el piso siguiente. Le gustaba hacer maldades, pensó en asustarla, pero sus pasos terminaron yendo hacia el horno.
Comenzaba a haber olor rico y a él le estaba dando hambre.

- Bueno, no creo que las eche mucho de menos, ajajajaja. - murmuró abriendo el horno y poniendose una manopla de cocina en la mano; imaginándose la cara de la húngara al volver y no encontrar ni su manopla, ni su bandeja de galletas ni su plasma XD.

- ¡Ah, caraj...! - exclamó al sentirla venir corriendo.

Miró hacia todos lados, buscando una vía de escape, pero terminó siendo atrapado con las manos en las galletas.

Ah, yo y...estaba... - sus ojos empezaron a bajar lentamente, observando las pintas que traía, luego se terminó centrando en sus pechos - ¿Han crecido más? ¿Siguen siendo naturales, verdad? ¬¬

- ¡G-Gilbert! - exclamó sorprendida deteniéndose de repente, bajando la vista observó cómo el prusiano sujetaba SU bandeja que contenía SUS preciadas galletas.

- ¡Suelta eso! ¡¿Hace cuánto que las sacaste?! Aish, seguro que ahora arruinaste su cocción T___T - se lamentó la mujer para luego escuchar y ver cómo el hombre miraba su busto.

- ... ¡c-claro que siguen siendo naturales! - exclamó sonrojada, cubriéndose con los brazos - ¡¿y tú qué demonios haces mirando eh?! Dx -

- ¿Ah? ¿Y tú qué demonios haces...? - luego pensó que esa era la casa de la ojiverde, así que... - Bah, de todas formas sigue siendo tu culpa: son vistosas y más en bata. ¿Qué más quieres? Además, sabes como soy e incluso yo las descubrí, tendría que haberles puesto nombres, ahora que lo pienso, pero la verdad me traumé mucho esa vez. Ains, era tan inocente de niño. - murmuró tomando una de las galletas - ¿Entonces ya no se pueden comer? - preguntó con algo de decepción, se moría de hambre. Sopló el alimento para probarlo - Mmm, yo no las encuentro malas, pero si no las quieres, me las llevaré.

Le miró estupefacta, de cada tres palabras que salían de boca del albino, dos no tenían coherencia en absoluto. Pensó que quizás entonces tanteaba el terreno para prever su reacción, o que simplemente buscaba que se olvidase del hecho de que había entrado sin avisar y había tomado sus galletas del mismo modo.

Le enterneció hasta cierto punto que dijera que no le parecían feas sus galletas, y después de todo, las había hecho en caso de tener visitas, ¿no?.

Cerró los ojos y se acercó al prusiano para así apagar el horno. - Puedes comértelas, no te preocupes - dijo tratando de sonar lo más amable posible, extrañamente y aún en presencia de aquél hombre que sabía sacarle canas fluorescentes, estaba de buen humor.

Al ver que la húngara se acercaba miró de reojo la ventana: la ruta de escape más rápida al parecer.

- Bueno, ya que insistes... - dijo para llevarse otra a la boca.

A los segundos, frunció levemente el ceño. Le sacaba un poco de quicio cuando estaban tan en paz; no era que no pudiera estar tranquilo un ratito pero ya le había tomado la manía de molestarla, desde siempre.

- Y dime...¿estás desnuda allí abajo? - musitó sin quitar la atención de la comida.

Era Hungría, después de todo, no creía que se tomase esos comentarios más que como comentarios; ya prevía el sartenazo.

Dicho y hecho, Gilbert se comió un sartenazo en medio de la cara. - ¡Eres un maldito pervertido! ¡¿Es que no puedes verme tranquila un segundo, joder?! - le espetó, enojada y con la cara roja, pues lo que Gilbert decía estaba cerca de ser cierto después de todo.

- ¡Y tú una maldita bruta! ¡No te puedo decir ni una pequeña broma: te encabronas con fácilidad! - gruñó sobandose la cara.

Luego puso sobre la mesada la bandeja de galletas.

- Tsk, seguro que si el frígido de los pianos te lo pregunta y hasta mojas las bragas; bah, pero como es todo un señor frígido... - seseó con malicia, mirándola fijamente, antes de llevarse otra galleta a la boca; tenía ganas de sacarla de quicio, total ya estaba acostumbrado a los sartenazos.

- ¡Cerra el culo infeliz! ¡No tenes derecho a hablar así de Rod! - le regañó, más enojada aún, intentaba que las palabras de Gilbert no fuesen tomadas seriamente, porque sabía que de ser así todo terminaría mal.

- Además, ¿y si me mojo qué? ¿Te da envidia? - le cuestionó a modo de broma, pero lo cierto es que si se propasaba iba a romperle la nariz.

- ¡Ajajaja, pero me lo tomo! - estuvo tentado de preguntarle "no sé que le ves" pero ciertamente él tenía una idea de lo interesante que eran las regiones austriacas.


- ¿Envidia? - en el pasado, más de una vez se había molestado por sentirse excluido, pero eso no era envidia, suponía - Tsk, todos tenemos el derecho a mojarnos, así que, haz lo que quieras.

Luego frunció su expresión, intentando detener a su imaginación. No iba a ser para nada sano que Hungría se diera cuenta que estaba mal pensando con ella y de por sí ya le sonaba raro hasta a él mismo.

- Dios te perdone por ser un cerdo - comentó ante las palabras del prusiano.

- Perfecto - dio por zanjada la cuestión con ese último "haz lo que quieras", y dispuesta a pasar lo más posible de él, fue a sacar unas cosas de la heladera para hacer algo de cenar, comenzaba a sentir las protestas de su estómago por la falta de alimento.

- Ey, no lo metas en este asunto.

Él lo había dicho en serio, la única conclusión que sacaba era que Austria le había contagiado su frígidez. Aunque pensar en Hungría y frígida en la misma frase era algo medio imposible; como si él no la conociera.

Luego al ver que la chica lo estaba ignorando, se puso a mirarla fijamente mientras comía las galletas haciendo el mayor ruido posible, planeando hasta lamer la bandeja con tal de no dejarle nada; además, estaban buenas.

Como no iba a irse sin que lo echaran, y aún así no iba a irse sin pelear (??), y como no le prestaba atención, decidió que no veía nada de malo en servirse por su cuenta un vaso de agua, ya tenía sed; así que comenzó a buscar los vasos abriendo las puertitas que había en el lugar, a veces haciendo más ruido del que debería.
Al encontrarlo, tomó uno y lo llenó de agua del grifo; luego tomó con desconfianza, pensando en que vendrían de las termas.

Se decepcionó un poco al ver que no escondía allí una colección de sartenes como él pensaba, pero seguro estarían en alguna parte de la casa; podía olerlas (?).

Sentía cómo se iba tensando a la par que el supuesto "hombre" (por no decir nene) tras ella comía las endemoniadas galletas. Luego el ruidito cesó y ella se calmó, para comenzar a oírle golpear las puertas de alacenas y bajo mesadas en busca de vaya a saber uno qué.

Varias veces estuvo a punto de revolearle la cuchilla con la cual picaba las verduras por la cabeza, pero se contuvo... no valía la pena manchar todo con sangre.

Al parecer sus problemas habían terminado cuando el prusiano se sirvió lo que la húngara supuso que era un vaso de agua. Contenta porque sus molestias habían cesado, puso las verduras picadas en una sartén con aceite, la cual llevó a una de las hornallas que encendió rápidamente.

Luego de beber el vaso, se quedó observándola cocinar; allí se planteó que extrañamente le gustaba verla cocinar.
No obstante, claro que él se merecía más atención que esas malditas verduras, pero él no pensaba hablar, ella debería decirle algo primero; pero sus intentos por captar atención no parecían funcionar y eso le molestaba mucho. Prefería una lluvia de sartenes a que lo ignorara.

"¡Ah, ya sé!"

Ya buscando el vaso aprendió donde estaban las demás cosas, así que, convencido de que la húngara no se podría callar con eso: sacó lo necesario y puso la mesa para dos; terminó invitándose a cenar.

Al darse vuelta para ir a buscar unas papas y huevos, se encontró con la mesa servida para dos; alzó una ceja y miró a Gilbert. - ¿Y a ti quién te invitó? - le preguntó cruzándose de brazos.

Una sonrisa satisfecha no tardó en aparecer en su rostro.

- Hasta que hablaste. - dijo sentándose a la mesa e imitando a la chica, se cruzó de brazos - Obviamente yo mismo. Aunque tal vez no deba decir nada e ignorarte como tú hiciste conmigo. - alzando una ceja.

Y entonces, la verdad pasó delante de sus ojos tan rápido como... como... como muchas cosas. - ¡TE MOLESTA QUE NO TE PRESTE ATENCIÓN! - soltó, y luego comenzó a reír.

- Jajajajajaja, ay Gilbert... eres tan... tan... ¡tan infantil! - dijo mientras seguía riendo.

Por aquello le entró algo de vergüenza, pero él era así, si algo le jodía lo decía o hacía algo al respecto y ya. Claro que si hubiera sido Rusia, mejor si lo ignoraba, pero para él, Austria, Hungría y Alemania: no podían siquiera pensar en ignorarlo.

- Reite lo que quieras, yo igual conseguí mi propósito. - dijo desviando la mirada ofuscado.

Siempre le había jodido que lo ignorasen, pero ahora que era una micronación, aceptaba que tenía un acomplejamiento con su tamaño.

Luego de un rato dejó de reír y miró seriamente al albino.

- Pues... - comenzó, sacando unas papas de una bolsa y acercándose a él - si te vas a quedar, ayuda. Pélalas y lávalas... - dijo dejando las papas frente a él, creía que eso era algo que no podría arruinar.

- Ah, eh...

No era que no supiera pelarlas y siendo papas con todo gusto, sino que se sentía extrañamente feliz. 'Igual que un niño' dijo una vocesita en su cabeza que lo hizo gruñir; hasta sus pensamientos creían que era infantil.

"Bueno, sólo un poco ¬¬"

Puso manos a la obra y cuando tuvo todas las deliciosas papas peladas se levantó a lavarlas.

- ¿Vas a hacerlas hervidas o fritas? - preguntó, sabiendo que si era lo segundo tendría que secarlas un poco.

- Hervidas, no necesito tantas frituras que se peguen a mis caderas - dijo soltando una risita suave.

Tomó cuatro huevos y los puso en un bol, los batió un rato y cuando las verduras estuvieron listas, las volcó en el bol también, mezclándolas con los huevos para volver a poner todo en la sartén.

[Sí, va a hacer una especie de omelettetortilla rara xD]

- Las chicas se preocupan demasiado por esas cosas.

Asintió con tranquilidad para luego buscar un cuchillo y ponerse a cortar las papas muy animado, pensando en que eran ricas preparadas de cualquier forma.

"Esto está demasiado tranquilo."

Le gustaba molestarla, pero ahora que estaban en paz mejor intentar no decir nada más que fuera molesto por ese día. Aún eso de 'infantil' le estaba fastidiando en la mente.

Terminado de cortar las verduras, se las acercó a Hungría.

- ¿Busco una olla o vas a ponerlas allí después? - como no tenía mucha idea de la comida húngara...