[¿Público o privado? xD] Visita inesperada!

No se dio cuenta en dónde estaba hasta que su dedo presionó el timbre de la casa, eran más de las dos de la mañana, y ella allí, importunando el sueño de otros por causa de su egoísmo.

- Demonios Francis, dime que no te has dormido aún...-comentó al aire, bajando la vista al instante, dándose cuenta de que no era quien para pretender nada, y que su motivo de estar allí esa noche era completamente absurdo.

Como lo era también el hecho de ni siquiera haberse abrigado y haber salido tan apresurada de su casa, a sabiendas de que Francia seguiría allí por la mañana. Sin embargo la mujer -que pecaba de no pensar antes de actuar- había salido corriendo vestida tan sólo con unos jeans y una camiseta rosada, ropa no muy adecuada considerando el crudo invierno que se sufría en Europa.

Podía sentir el viento helado colándose por su cuerpo, y la nieve chocar contra ella, volviéndose agua casi al instante.

La chica prácticamente no reaccionó cuando Francis le abrió, en cambio alzó la vista, plasmando aquella mirada vacía en los ojos ajenos, como si éstos hablasen por ella... y de hecho, lo hacían, no necesitaba aclararle ya a nadie más que su compromiso con Austria se había ido al tacho sin siquiera darle oportunidad a explicarlo o almenos, terminar en buenos términos.

Y como si con eso no bastase, Prusia se había esfumado de un día para el otro. Suspiró, definitivamente no era su mejor época, y aquello se apreciaba muy bien en la palidez de su piel, la aparente disminución en su peso corporal, y la poca energía presente en ella.

- Francis... no lo soporto más...-confesó antes de echarse a llorar como una cría.

Sintió los cálidos brazos del francés rodearle, y se permitió relajarse entre ellos, correspondiendo al gesto que significó tanto para ella en aquellos momentos; luego le siguió a la sala y obedeció apacible a su invitación de sentarse.

Cuando el hombre se dirigió a la cocina, ella misma terminó de secar los rastros de lágrimas de su rostro, debía calmarse, después de todo ella no estaba allí para seguir como en su hogar. Inspiró y suspiró luego, ya más tranquila, cuando el francés volvió y dejó la humeante taza entre sus manos. Mirándola, comenzó a hablar.

- De hecho, ni una ni otra...-dijo negando las palabras de su anfitrión- no he sabido más nada de Austria, ni tampoco de Gilbert. Mi casa es una tortura, Francis, cada cosa que hago, cada rincón que miro y cada paso que doy en ella sólo me recuerdan a ellos... no puedo dar un paso sin pensar en lo cruel que fui al engañar así a Austria, ni puedo tocar nada sin recordar que Prusia estuvo allí...lo extraño demasiado.

Sonrió casi imperceptiblemente a las palabras del francés, tenía razón, como siempre, y en aquellos momentos comprendía que visitarlo -sea la hora que fuese- era la mejor idea que había podido tener...almenos él no la juzgaba, no la miraba con ojos compasivos que escondían un profundo desprecio hacia su persona.

- Tienes razón, no tiene sentido seguir lamentándome, aunque confieso que me encantaría ver pronto a Gilbert, por alguna extraña razón ese hombre se encarga de aparecer cuando no quiero verle y desaparecer cuando sí.

Se quedó entonces pensando en él, en su risa contagiosa y su alegría injustificada, y se preguntó si estaría bien...aunque por su estado nadie se interesaría en hacerle nada, nunca faltaban los -rusos- enfermos rencorosos que buscasen venganza por el pasado.

Imitó al francés, y soplando el contenido de su taza delicadamente, le dio un sorbo, sintiendo el calor de la leche y el chocolate invadir su interior, era una sensación extasiante a comparación con el dolor que causaba en ella el frío. Luego permaneció sopesando la idea de mudarse, definitivamente no era una mala idea, y podría hacerlo cuando quisiese...empezar de nuevo, dejar los malos recuerdos atrás, definitivamente no parecía un mal plan; exceptuando por un pequeño detalle: su cuarto, en él se hallaban los recuerdos de la que había sido una de las noches más importantes de su vida.

- No te burles...-respondió riendo levemente, a modo de broma. Dejó que el francés la acercase más a él y ladeó el rostro al besarle éste el cuello, era algo que le encantaba, su punto débil más expuesto.

- Y creo que sí es un gato... callejero y solitario... pero a veces basta con dejarle un plato de leche en la ventana para traerlo a casa.

Sonrió y se acomodó más cerca de él, para luego dejar la taza y voltearse entre sus brazos, encarándole y rodeando su cuello con sus brazos para apoyar la barbilla en el hombro ajeno, cerrando sus ojos completamente relajada, confiando en él.

- Oye Francis, ¿te parezco atractiva?

- No-respondió, luego rió- ¡claro que sí!

Luego permaneció así, ella era una mujer después de todo, y debajo de toda esa estructura de chica independiente y salvaje, como toda chica, necesitaba un poco de cariño, necesitaba que la tratasen bien...que la tomasen en cuenta.

Por eso fue que se puso feliz, realmente feliz, cuando él la halagó...claro, conocía a Francia, se conocía a sí misma, esto no cambiaba nada entre ellos, no dejaba de sentirse cómoda siendo su amiga, y estaba segura de que él se sentía igual.

- Francis, ¿intentas seducirme?-preguntó luego entre risas-porque sea lo que sea que estés haciendo, funciona.

Rió suavemente, casi temiendo destruir el ambiente, y se dejó mimar por el francés. Le agradaba aquello, ser una mujer libre, poder hacer lo que quisiera sin preocuparse por nada... era tan relajante.

Corrió inconscientemente la cabeza a un lado para dejarle un mejor acceso a su cuello. - Pues síguelo haciendo, me encanta. -murmuró al sentir las caricias del hombre en su cuello, y luego tuvo que reprimir el sonrojo que amenazaba asomar en sus mejillas, él sabía cómo tratar a una mujer, eso nadie se lo pondría en duda...

Aunque si lo pensaba mejor, Francia siempre había sabido conquistar a su modo a todo tipo de nación para lograr su cometido, rió un poco más entonces, ¿quién decía que Francis no sabía dar batalla?