Algo así como una cita (?)

Había seguido a Dinamarca la mayor parte del camino en silencio, escuchando su incesante parloteo y cosas que a veces no lograba comprender del todo. Estaba famélico cuando se detuvieron por fin, y con los ojos escrutó los alrededores del pequeño país al que habían llegado.

No recordaba muy bien a Japón salvo de una que otra reunión en la ONU, siempre silencioso y tranquilo, así que a su cabeza acudió la idea de que había sido una buena elección tomar el camino hasta la casa del oriental.

Se detuvo cuando el danés lo hizo, casi chocando con su espalda, y le lanzó una mirada enfurruñada.

-Humm..- gruñó, ligeramente avergonzado, y lanzó una mirada curiosa a los alrededores. Los pequeños puestos de comida, estrechos y llenos de personitas pequeñas y de cabello negro. Dio un par de pasos, tratando de decidirse, y bueno, si el otro creía que en todos lados deberían vender lo mismo, entonces parecía ser que daba igual.

Tomó a Dinamarca por una mano, bruscamente, y sin decir nada se dirigió hacia un establecimiento construido con madera que tenía cortinillas rojas en la entrada, llevándose al rubio consigo. Adentro olía a comida caliente y a limpio, y las miradas curiosas y precavidas de los clientes los rodearon en seguida.

Torció el gesto, lanzando una mirada violenta a Dinamarca mientras se dejaba caer de rodillas sobre el piso de madera. Sus ojos vagabundearon por los alrededores, analíticos, y farfulló algo entre dientes.

Lo cierto era que no se había preocupado por el japonés nunca en la vida, y apenas si era capaz de comprender los idiomas nórdicos, el inglés y el mandarín para los tratados internacionales... ¿Pero japonés?

No creo que sea difícil, quiso decir, pero se limitó a bufar, avergonzado por la visión del par de borrachos a los que el danés tan bien parecía ver. Entonces se enfocó en las jóvenes vestidas con faldas largas y cintas a la cintura hasta que una pareció percatarse de su mirada y, como de costumbre, prácticamente se echó a correr lejos de él.

Apoyó la frente entre los dedos de su mano derecha, y gruñó débilmente. Si seguía así, lo más probable era que nadie se atreviera a acercarse a ellos.






Notita~ : Escribí esto al menos 4 veces, pero siempre pasaba algo xD O se me moría el Chrome, o se me caía la conexión, o mi pc se reiniciaba D: y al final, siempre terminé escribiendo cosas diferentes cada vez... Bueh~ Tampoco es que haya sido algo genial.

Mentiría si dijera que no le sorprendían las habilidades de su antiguo camarada al mezclarse con el resto del mundo. La sonrisa encantadora, las miradas penetrantes y ese aire seductor que le envolvía y que tan bien parecía funcionar con todo el mundo, incluido él mismo.

Apretó los puños debajo de la mesa. Por supuesto que estaba tenso, eso no había ni que ponerlo en duda. Pero más que nada, estaba comenzando a enfadarse.

Las risas tontas de las meseras y el bollo extra que colocaban en el servicio de Dinamarca parecían ser una buena señal, pero no para sí. Mentiría si dijera que alguna vez le habían atendido mejor en algún sitio cuando estaba solo, pero también mentiría si no aceptara que todas aquellas atenciones estaban poniéndolo de un terrible mal humor.

Hundió uno de los estúpidos palillos de madera dentro de un pequeño rollo de... (¿qué rayos era eso? ¿pescado crudo? Ni siquiera en casa se comían cosas tan asquerosas como aquella...) y se lo llevó a la boca con un movimiento seco, tragándoselo todo de golpe: sabía a carne fresca de salmón, y si lo veía desde otra perspectiva, tal vez no supiera tan mal...

Entonces el codo del danés se hundió en sus costillas y giró sus ojos para verlo llevándose el vaso a los labios. Delante de ellos había algunas botellas largas y delgadas de cristal oscuro, y los delgados recipientes en los que se servían parecían prestos a derramarse.

Estiró una mano en aquél momento para tomar uno de los dichosos ¿vasitos?, y se llevó uno a la boca torpemente. Le temblaba un poco la muñeca cuando el licor le acarició la lengua, y conforme lo bebió, volvió a pensar en que tal vez había sido una mala idea venir hasta tan lejos si no podía estar a solas con él.




Nota: Oh D: apuesto más por la mala suerte, porque estoy segura de que nadie se atrevería a interponerse entre semejante perfección sin morir en el intento(?).

Sus ojos se fijaron en Dinamarca, de costado. Aquella sonrisa encantadora lamió cada rincón de su ser, y su voz de demonio le acarició la piel.

-Lo d'sfruto.- declaró, observando el vaso nuevamente lleno en cuya superficie acuosa se reflejó su propio rostro: con aquél gesto nada atractivo dicho sea de paso. Una sonrisa tan suya se estiró por sus labios entreabiertos y se llevó una vez más el recipiente a los labios, tragando tan a prisa que el calor de la bebida le raspó la garganta con furia.

Sea lo que sea, le gustaba aquella sensación de dolor, y el hecho de que Dinamarca estuviera comportándose tan estúpidamente como siempre no lo cambiaba. A decir verdad, que fuera diferente sería más bien alarmante.

Sus ojos vagaron en torno a sí, y descubrió que algunas de las mujeres lo observaban con curiosidad y entonces hizo lo que tan pocas veces hacía de forma consciente: les dedicó la mirada más atemorizante de la que se creyera capaz de poseer sin negarse que en esos instantes sentía que las odiaba: a todas y cada una de ellas.

Una sonrisa de placer se alargó en sus labios, discretamente, cuando volvió a llevarse la bebida a la boca para ocultarlo.

-Hmm.- resopló, casi alegremente, a la afirmación del danés, pero sus ojos lo taladraron con enfado cuando lo vio robar una de sus "cosas asquerosas". -Si no t'gusta, no tienes por qué comerlo.

Puso el recipiente vacío en la mesa de madera. El licor era diferente a lo que había probado antes, y si no se equivocaba recordaba haber escuchado alguna vez que se producía del arroz. Pero, ¿arroz? Ni siquiera en casa se atreverían a experimentar con tales cosas, pero aún así admitía que no era malo. Su mano se cerró en torno a la botella cercana a Dinamarca, y la atrajo hacia sí, llenando una vez más su vaso (o whatever) hasta el tope.

Aún se sentía de mal humor por algún motivo que desconocía. No estaba seguro de poder culpar a Dinamarca, si aquél comportamiento era tan propio de él, así que... seguramente sería cosa suya. Tal vez después de tantos siglos de vida finalmente había alcanzado lo que llamaban "crisis de la mediana edad".

Rió bruscamente y se empinó la bebida con fuerza, bebiéndoselo todo de un trago.

Sí, seguramente sería cosa suya.

Se llevó una mano al rostro, sacándose los anteojos, y los depositó sobre la mesa, a un costado del servicio a medio comer que tenía enfrente suyo. Sus dedos masajearon sus párpados adormecidos, y suspiró, reacomodándose sobre el piso de manera que no le doliera tanto lo que tenía que dolerle después de...

La verdad era que aún se sentía un poco cansado, y con pesar admitió que le gustaría que de vez en cuando alguien lo tratara a él con la misma pasión con la que los deseos del danés eran atendidos.

-Si no t'gusta...- repitió, mirando la mesa sin emoción alguna, y suspiró. Sentía bastante ira dentro de sí, y giró el rostro para ver a las jóvenes que los observaban de reojo, asustadas, desde sus sitios en el restaurante apretujado.

Eso era lo que le gustaba a Dinamarca. Sin lugar a dudas. Apretó un puño con fuerza, mordiéndose la lengua, y pensó. Era muy diferente de lo que pudiera ofrecerle: la noche anterior, e incluso aquella mañana, habían pasado cosas extrañas entre ambos. Le había dicho al danés lo que sentía por él desde antes de darse cuenta de ello, y Dinamarca... bueno... Dinamarca lo había dicho también.

No había pensado en un principio en aquella salida como una cita: en realidad ni siquiera con Finlandia se había tomado las cosas de aquella manera, pero conforme caminaban buscando un sitio por el cuál decidirse admitía que se había sentido terriblemente nervioso.

Quería situarse a su lado y tomar su mano, o sujetarlo por el cuello y darle un beso cuando no se lo esperara... Había tantas cosas que deseaba poder decir, o hacer, pero con Dinamarca no era sencillo nada de lo que se le ocurriera, incluso si hubiera estado dispuesto a decirlo en voz alta.

Sí, definitivamente aquello era un fiasco, pero decirlo de aquél modo...

Se puso de pie bruscamente, moviendo ligeramente la mesa con el movimiento, y le lanzó una mirada envenenada al otro país.

"Si no te gusta, puedes largarte cuando quieras", eso le gustaría decirle, pero...

Permaneció unos instantes de pie, observándolo fijamente. El enojo aún le sacudía las entrañas, pero por algún motivo la adrenalina parecía cobrar un contexto completamente distinto estando a su lado. Entonces volvió a dejarse caer de rodillas junto a él, con un suspiro derrotado, mientras alargaba la mano para arrebatarle la botella sin decir nada.

La boca de cristal humedecida le besó los labios cuando se la empinó, y entre el sabor amargo del licor acarició imaginariamente el sabor de los labios de Dinamarca. Sonrió débilmente mientras bebía, preguntándose en qué momento se había convertido en una chiquilla enamorada, y después golpeó la mesa de madera con la base de cristal.

Tonterías. Todo lo que él hacía siempre eran tonterías... Incluso los deseos que estaba sintiendo de sacarlo de ahí y acorralarlo en un callejón para hacerle cosas que nadie más debería poder ver. Abandonó la botella, cubriéndose la boca con una mano, y sus ojos cansados recorrieron la mesa en busca de algo más de beber.

Repentinamente sentía deseos indecibles de ponerse completamente ebrio.

Tal vez así dejaría finalmente de pensar en estupideces.

Sintió cómo un torrente de sangre le acariciaba los pómulos cuando recibió la otra botella, pero inclinó la mirada, irritado. Sus dedos se cerraron con fuerza en torno al cuello alargado de cristal, y apartando la mano de la de Dinamarca, destapó el envase con un movimiento seco antes de llevársela a los labios.

No era tan delicioso como el licor preparado en casa, eso estaba claro, pero peor era no tener nada para apagar las llamas que se encendían dentro de su cuerpo desde que se había topado con el danés en aquél comedor casi vacío.

-No 'stoy enojado c'ntigo.- resopló, entre dientes, tras haber tomado un largo trago de la bebida, pero no lo miró, siempre viendo hacia la mesa con sumo interés. -Más bien...- más bien, lo que me pone de mal humor soy yo mismo, quiso añadir, pero volvió a cubrirse la boca obligándose a beber una vez más.

Había comenzado a tomarle gusto a aquello.

-¿Hmm?- giró el rostro. Tenía la botella levantada, unida a la boca con una mano, y sus ojos rodaron hasta posarse sobre Dinamarca, que había tomado otra botella y la sostenía contra sus labios. Mordió ligeramente el aro de cristal con las muelas cuando sintió aquél escalofrío recorrerle el cuerpo.

¿Cómo era que hacía ese hombre para verse siempre tan terriblemente seductor? ¿Qué era lo que hacía para tenerlo tan amarrado a él? ¿Lo hacía a propósito? ¿Levantaba así las cejas premeditadamente, y movía así sus labios a sabiendas de la clase de sensaciones que provocaba en su persona?

Tal vez no, pero... maldita sea. Tragó precipitadamente y golpeó una vez más la botella sobre la mesa de madera con brusquedad e ira reprimida cuando hubo terminado.

-Es as'nto mío.- refunfuñó, entrecerrando sus ojos para mirarlo. Había apoyado una mano sobre una de sus rodillas flexionadas y con la otra apretaba el envase entre los dedos. -No es como si...- sacudió la cabeza y volvió a llevarse la botella a los labios. La sentía cada vez más ligera y dentro suyo cada vez las cosas parecían ir volviéndose más claras.

Lo cierto era que rara vez bebía, porque sabía que en ocasiones así...

Rió débilmente, entre el largo trago, y suspiró cuando hubo terminado.

Tal vez hubiera sido buena idea pensar en ello antes de haber comenzado a beber, porque ahora que el contenido de la botella había llegado más abajo de la mitad, parecía ser demasiado tarde como para arrepentirse.

Una ligera sonrisa divertida se dibujó en sus labios cuando se volvió para mirar a Dinamarca y lo encontró mirándolo. La botella estaba a punto de acabarse (tenía que admitirlo, era difícil para él controlarse en situaciones así, y generalmente bebía para aplacar los nervios en su interior) y ya sentía pequeñas muescas de felicidad revoloteando en su estómago, subiendo a lo largo de su traquea. Imaginarse a Dan caminando de regreso a casa con él a cuestas tampoco era un gran incentivo para ayudarle a mantenerse serio en una situación así.

-No es c'mo si no fuer's a disfr'tarlo.- repuso, sin dejar de sonreír, y dio un trago más, lo suficientemente largo como para terminarse la botella que llevaba en la mano, la cual dejó caer sobre la mesa de madera con brusquedad. La escuchó rodar a lo largo de la superficie hasta tocar alguna cosa con la que se detuvo, y bajó la mirada. Sus anteojos habían servido de amortiguador. -Pero n'te preoc'pes, 'stoy bien.- aseguró, bajando la mano para sujetar uno de los rollos de sushi y llevárselo a la boca. El pescado, seguía diciéndose, sabía mucho mejor en casa que aquí, pero tal vez eso se debiera más que nada a sus propias tendencias nacionalistas.

Entonces se medio incorporó, poniéndose de rodillas, y se movió hasta que quedó sentado a un costado del danés, como si hubiera mucha gente en la mesa. Su rostro se giró para mirarlo, y sus cejas se fruncieron una vez más.

-Te preoc'pas por cos's innec'sarias, Dan.- resopló, apoyando un codo en la mesa y descansando su mejilla sobre el dorso de su propia mano.

-¿Tú crees?- inquirió, sin dejar de sonreír y mirarlo de costado, con la cara reclinada sobre su propia mano. -S'guramente t'ngas razón.- admitió, y después estiró la mano para recibir la botella que el danés acababa de acercarle.

Que Dinamarca tuviera razón por una vez en su vida ya era razón para asustarse, pero no lo pensó mucho antes de llevarse aquella botella también a la boca. El beso frío del cristal le acarició los labios, y dejó que sus párpados cayeran pesadamente, entregándose al placer que el licor ardiente resbalándose por su garganta le proporcionaba.

Eso, y tener al objeto de sus más bajos deseos sentado a su lado hacían que incluso aquella bebida supiera como la gloria. Y sentirse así era algo que muy, muy rara vez en su vida Suecia había experimentado.

-'sto sabe bien.- aseguró, una vez hubo terminado de beber, y depositó el envase a medio vaciar sobre la mesa de madera. -Pero, ¿sab's cómo sabría m'jor?- volvió a voltearse para verlo, sonriendo ampliamente y sintiendo cómo las mejillas le dolían ligeramente, tal vez por su patética habilidad para sonreír. -Si pudiera b'berlo d'sde tu boca.- continuó, en seguida, y después una sola risa se escapó de su garganta, arrebatándole la respiración.

Se quedó en silencio al escuchar las palabras de Dinamarca, dejando que su sonrisa se desvaneciera. Su cejo se frunció, igual que siempre, aunque en el fondo no se sentía en absoluto de mal humor: más bien estaba pensado en lo que debería decirle en aquellos momentos.

-¿Gracioso?- inquirió, levantando los ojos hacia la pared, y después sintió los golpes de la mano del danés sobre su espalda. Su mano se movió entonces por reflejo, al igual que su cuerpo, retrocediendo y estirándose para tomar el brazo del rubio, desde el codo, mientras que con la otra se aprestó a sujetar el mentón de Dinamarca, tirando de él hacia arriba, para poder verlo a los ojos.

Las personas a su alrededor no le importaban ya.

-¿Qué t'hace p'nsar que 'stoy bromeando?- la sonrisa regresó a sus facciones, estirándose lentamente a lo largo de su boca mientras lo observaba con los ojos entrecerrados.

Tal vez fuera posible que se le hubiesen subido los tragos, pero los deseos que sentía de besarlo en ese preciso lugar y momento eran perfectamente reales, y dudar al respecto no era algo que se hubiera planteado.

-¿Lo 'stán?- preguntó, suspirando, al sentir el aliento cálido de la risa del danés golpeándole el rostro. La mirada azul del otro nunca antes le había parecido más provocativa, ahí tan cerca de él, y de igual modo parecieron sus labios entreabiertos a escasos centímetros de los suyos, sobre los cuales deslizó sus ojos, anhelante.

Estaba pensando en separarse cuando la boca de Dinamarca se encontró con la suya, húmeda y calurosa, y la aceptó sin preocuparse por nada más, ni siquiera por las miradas sorprendidas que percibía a su alrededor. Dejó que sus ojos se encontraran con los de su antiguo camarada, durante el encuentro, y sus párpados cayeron todavía un poco más, al grado de que el rostro perfecto del danés pareció difuminarse entre sus pestañas.

Sujetó firmemente el mentón del rubio, ahogándose dentro de sus labios durante un momento, mordiendo su labio inferior para solicitar el acceso, pero justo en ese momento se separó bruscamente, sonriendo y apretándole la quijada con los dedos, hacia el frente.

-¡Hey!- exclamó, medio riendo, y sacudió suavemente la cabeza. -¿Pref'rirías ir a otro lado?

No era que le disgustara aquél lugar, pero lo más probable era que si se dejaba llevar no sería capaz de controlarse y evitar sacarle la ropa ahí mismo: cabe mencionar que aunque nunca lo hubiera aceptado abiertamente, había sentido a Dinamarca de su propiedad desde siempre, y no permitiría que nadie más pudiera verlo de aquél modo además de él mismo.

Ni siquiera le gustaba que los demás le posaran los ojos encima en cualquier otro momento, en realidad...

Cuando se apartó de él fue como si lo dejara caer. Le tembló la mano, o más bien todo el cuerpo, pero la sonrisa tentadora en aquellos labios le hizo comprender casi de golpe (o lo más rápido que en esos momentos fuera capaz de reaccionar) que todo iba a estar bien.

¿Que si se podía parar? Apoyó las palmas de sus manos sobre el piso de tablas de madera, observando hacia el frente en un intento por constatar su equilibrio, y después miró a su compañero, que le extendía una mano como quien no quiere la cosa. Entonces levantó el brazo y se aferró a él, cerrando los dedos en torno a los suyos y sintiendo cómo una deliciosa corriente eléctrica lo sacudía al contacto, y se puso de pie.

El mundo entero se tambaleó por un momento a sus pies, pero la sensación desapareció casi en seguida, sin embargo no era algo que pensara compartir con el danés.

-'stoy bien.- aseguró, sonriendo, y aún así le pasó un brazo por los hombros, apoyando la cabeza junto a la de él y arrastrándolo hacia la salida sin hacer caso de las miradas entrometidas de los demás clientes. Su mirada vagó hacia los rostros de algunas de las meseras que antes habían estado con ellos, y la sonrisa se extendió todavía más por sus labios, sintiéndose satisfecho al constatar que era con él con quien Dinamarca se marchaba y no con ninguna de ellas. Y por eso sonreía a cada una de las jóvenes con las que se toparon en el trayecto hasta que hubieron alcanzado la puerta y él se desprendió del abrazo, saltando hacia la acera, y dejó que el aire frío y húmedo de Japón le llenara los pulmones.

No era ni remotamente puro como en casa, pero estaba bien.

-¿Adónde t'gustaría ir?- se volvió para mirar al danés, y le dedicó la mejor de sus sonrisas.

Una risa que se entremezcló con un resoplido se escapó de sus labios. Le divertía ver el modo en que Dinamarca se estaba comportando, y tal vez era lo normal, pero las miradas que atrapó varias veces con el rabillo de los ojos le parecían totalmente adorables.

Ni siquiera se tomó la molestia de preguntarse desde cuándo había comenzado a pensar esa clase de cosas del danés, en cambio aceptó dócilmente ser conducido por el otro hacia el sitio de su interés.

Baños públicos... bueno, no había que trabajar mucho para saber en qué dirección se habían movido sus pensamientos, y cuando se volvió para mirarlo, una sonrisa amplia se estiró por su rostro.

-M'parece bien.- aseguró, caminando detrás de él, y sus ojos vagabundearon por encima del edificio. Pensaba en Dinamarca desnudo, con la piel mojada, y para cuando hubieron atravesado las puertas del local se sentía ya rebosante de excitación. Depositó algunas de las monedas que había obtenido de las casas de cambio y sin muchos preámbulos se dirigió a lo que supuso que serían los vestidores.

Todo olía a jabones y a agua evaporándose, pero en aquellos momentos sólo podía pensar en la anhelada piel danesa debajo de la ropa que se le antojaba molesta sobre ese cuerpo bien formado que le llamaba a gritos.

Se había llevado las manos al pecho para desabotonarse la camisa, pero se quedó quieto cuando vio a Dinamarca acercarse a él. Sus ojos se posaron en la brillante mirada azul del otro y la sonrisa se ensanchó en sus labios.

Eso debería estarlo diciendo él.

Sintió el tirón de la toalla en torno a su nuca, suavemente, e inclinó el rostro para observar la sonrisa en los labios que tanto anhelaba. Iba a decir algo cuando sintió la caricia fugaz de la lengua húmeda del otro. Acto seguido su cerebro se apagó y no lo pensó dos veces antes de sujetarlo por las muñecas con las manos. No le importó que aún hubiera gente en los vestidores, a su alrededor, cuando empujó a Dinamarca hacia atrás, hasta que escuchó cómo su espalda golpeaba el metal de los casilleros mientras que con labios voraces se dedicaba a asaltar la otra boca. La recorrió entera, deslizando su lengua ansiosa por en medio de los labios separados del danés y dejó que ésta explorara cada rincón de la cavidad caliente y mojada que tan deliciosamente le sabía.

Puede ser justo ahora, quería decirle, pero prefirió apoyar los brazos del rubio a los costados de su cabeza, presionando contra la pared de metal conforme profundizaba todavía más el beso.

¿Que qué estaba haciendo?

Parpadeó un par de veces, observándolo con ojos entrecerrados y degustado aún el sabor de los dientes del danés, que habían abandonado su lugar en torno a su lengua tan rápido como habían llegado.

-Ah...- pero no añadió nada más. Cerró la boca abruptamente, observándolo sonreír y sintiendo aún con más fuerza aquél remolino de sensaciones que sólo Dinamarca le provocaba asentándose cómodamente en su estómago, y la sonrisa que el otro le dedicó fue como un disparo directo en su mente nublada.

Giró el rostro, lanzando una mirada feroz hacia los curiosos que aún parecían observarlos con recelo, y cuando estuvo seguro de que no quedaba nadie más alrededor suyo, conforme apretaba las muñecas del rubio contra las puertas cerradas de los casilleros y entornaba la cabeza para ofrecerle su propio cuello a voluntad, decidió que quería hacerlo. En ese momento, sin importar nada más.

Liberó entonces una de sus muñecas, tirando de la solapa de la camisa roja con la mano libre, y dejó escapar un pequeño suspiro.

-Quiero hacerlo.- le dijo, con voz ronca y sin esperar alguna clase de respuesta negativa a su petición. No era una pregunta después de todo.

-E..espera...- consiguió balbucear, medio sonriendo ante las acciones del otro, y tiró con fuerza de él para obligarlo a moverse. Le escocía todo el cuerpo por la necesidad urgente que estaba experimentando por Dinamarca, pero aún quedaba una pequeña luz encendida dentro de su cabeza que le decía que podrían tener problemas si se olvidaban de todo en un lugar como aquél.

Entonces lo arrastró hacia una puerta de madera que figuraba al fondo de la habitación, inclinando la cabeza para volver a besarlo en el transcurso. Respiraba pesadamente y las manos del danés en torno a su ropa lo quemaban, pero no se demoró mucho para abrir la puerta y empujar dentro al otro y entrar detrás de él.

Era la habitación en la que guardaban los enseres para la limpieza, por lo que no se preocupó mucho cuando algunas escobas cayeron estrepirosamente al piso al reacomodarse dentro del pequeño espacio y comenzó a desabotonar también la camisa ropa de Dinamarca, sintiéndose cada vez más y más deseoso de él.

Aún entre el beso cadencioso, sonreía. Le encantaban los arrebatos del danés, en aquellos momentos más que nunca, y rió entre dientes conforme chocaban contra las cosas que se interponían en su camino sin trazar.

-¿Crees?- inquirió, con voz mordaz. Sus manos le arrebataron también la camisa al otro, dejándola caer descuidadamente al piso, y jadeó bruscamente al sentir cómo los dientes afilados se hundían en su piel. El corazón le latía apresuradamente y sus manos se deslizaron con fuerza por los músculos bien dibujados en la espalda danesa, apretando sus omóplatos con los dedos cuando tiró de él todavía más cerca en un intento por sentirle con mayor intensidad.

Le dolía la entrepierna, palpitante dentro de sus pantalones cada vez más apretados, y luchó por adentrarse más en su boca, recorriendo cada recoveco de ella con una lengua ansiosa por más.

-Deb'rías bajart' los pantalones.- gruñó, guturalmente, y sus manos se aferraron al borde de la tela áspera.

Jadeó con fuerza al sentir el movimiento de su ropa, y se inclinó un poco hacia atrás, tambaleante. Desde enfrente suyo, Dinamarca lo observaba con aquella mirada que lo volvía loco; hiperventilaba para cuando lo empujó contra la pared y le sacó los pantalones a tirones.

Tocó toda la piel que le fue posible en el transcurso, dejándose caer de rodillas frente a él, y apoyó la nariz y los labios sobre el vientre plano del danés, respirando con fuerza y depositando una hilera de besos que no se interrumpió al llegar al borde de su ropa interior, sino que siguió abajo, a lo largo de su masculinidad y por encima de la tela de su ropa.

Suecia se identificaba a sí mismo como alguien que disfrutaba del juego previo al sexo, y seguramente si hubieran sido otras las circunstancias, hubiera sido sumamente gentil con él sólo para que comprendiera cuántos sentimientos le provocaba, pero en aquellos momentos nada de eso le importaba.

Quería alcanzar un orgasmo lo más rápido que le fuera posible.

Arrastró la tela de la ropa interior danesa hacia abajo con un par de dedos y después lo cogió entero con la boca, con la mente vacía pero la entrepierna palpitando de necesidad.

Ya lo había hecho antes, por supuesto. Ni siquiera había sido Dinamarca el primero, claro está. Pero en aquellos momentos todas los estímulos externos parecían ser interpretados por su cuerpo con el doble de intensidad que lo hacían con generalidad.

Abrió un poco más la boca. Sentía los dedos del danés cerrándose en torno a sus cabellos, tirando de ellos, y la necesidad de sentirle todavía más adentro, más suyo, lo embargó. Succionó, lamió y tocó con ahinco cada pequeña parte de él; cada centímetro de la piel endurecida y palpitante que tanto adoraba, apoyándose sobre sus propias rodillas y una de sus manos sobre el piso.

Te amo, decían sus pensamientos, frenéticamente. Te amo, te amo, te amo. De una manera que nunca antes me creí capaz.

Se apartó bruscamente en busca de aire, tirando su cabeza para atrás y jadeando con fuerza. Su lengua se pasó por encima de sus propios labios, limpiando los restos de sus glándulas, y fijó los ojos en el rostro del rubio que tan estrechamente se encontraba situado a su lado.

Y le sonrió. Adoraba cada fragmento de aquél hombre. Entonces se puso de pie precipitadamente, sacudiendo las cosas a su alrededor y tirando algunas botellas de detergente, y contra cualquier pronóstico, se puso de espalda a él, apoyando las manos en las paredes de la pequeña habitación.

-Quiero q'lo hagas.- gruñó, con la voz ronca por el deseo. Quiero que la metas hasta el fondo.








ooc: oh, God, me siento tan vulgar ;o;

Recibió la boca de Dinamarca con verdadera hambre, y el grueso gemido que dejó escapar cuando éste se abrió paso dentro de su cuerpo se perdió dentro de los labios abiertos del danés.

Todos sus sentidos se habían encontrado cubiertos por una película de briagués que apenas si le permitía ver correctamente, pero en aquél instante, cuando lo sintió hundiéndose dentro de su cuerpo, todo pareció volver a cobrar sentido. El fuego interno que sólo él era capaz de encender dentro de sí, e incluso esas estúpidas mariposas en el estómago que lo hacían rabiar de verdad...

Jadeó con fuerza al sentir los dedos de su compañero cerrándose en torno a su propia sexualidad, y esta vez no se avergonzó cuando los dedos alargados del otro resbalaron por su piel humedecida. Sus dedos se cerraron encima de la pared, como si intentara agarrarla entre sus puños, y apoyó el costado de su cabeza sobre el concreto frío para poder corresponder al encuentro de sus labios palpitantes.

Movía sus propias caderas con fuerza, adelante y atrás, una y otra vez, tratando de sentirlo todavía más cerca de sí.

-Más adentro...- gruñó, aferrándose a la pared. Más adentro, maldita sea.

Aunque no podía decir si se estaba refiriendo a su cuerpo o a algo más cursi que no admitiría con palabras.

Ahogó un jadeo cuando lo sintió tirar de sus caderas, hacia atrás, y chocó contra él, sintiendo la estocada directa alcanzar lo más profundo de sí. Había tocado aquél punto intensamente sensible de su cuerpo, y un gemido apagado palpitó en su garganta cerrada.

Ahí... justo ahí...

Su mano se retorció contra la pared, girando la muñeca dentro del agarre de la mano danesa, y dejó que su frente se apoyara sobre el concreto frío frente a él, buscando alguna especie de alivio al intenso calor que sentía en aquellos momentos.

Ah, Dan... Cuánto lo adoraba. Cuánto amaba cada roce de su cuerpo, de sus labios, y su voz distorcionada por el placer. Entonces sonrió. En realidad, estaba sonriendo desde hacía rato, cuando lo escuchó decir su nombre y una gota de autosatisfacción tiñó sus emociones.

-M-más fuerte...- gruñó, y sus dedos se aferraron con brusquedad a la pared. Sus pies golpearon torpemente algunas cosas del piso cuando se removió, tratando de volver a sentirlo tocando aquél punto dentro de sí que lo volvía loco.

Ah, la dulzura del clímax.

Apoyó ambas manos firmemente contra la pared, y también la parte inferior de sus brazos, y abrió la boca pero sólo una fuerte bocanada de aire abandonó sus labios.

Lo sentía derramándose dentro de él, cálido y suave, y cada gota suya dentro de sí parecía aferrarse a su cuerpo con fuerza, quemando. La electricidad de su propio cuerpo conforme cada golpe lo hubo marcado, aunado a la presión de la palma cerrada en torno a su masculinidad lo había presionado tanto que, cuando estuvo listo, toda la carga de placer contenida dentro de sí explotó y buscó una salida que encontró en los dedos del danés, entre los cuales se descargó con fuerza, entre jadeos ofuscados.

Esta vez no dijo nada, sencillamente se entregó a la maravillosa gama de sensaciones que Dinamarca le proveía, y dejó que su cuerpo descansara un momento más contra la pared, aún jadeando, antes de apartarse de él y empujarlo hacia atrás, hacia la pared, apoyando las manos a los costados de la cabeza de Dinamarca antes de dejar que su boca chocara contra la de él. La transpiración de su piel, si bien olía a licor y sexo, le resultó de lo más atrayente, y rompiendo el breve beso dejó que su lengua se deslizara por la quijada de su amante, hasta tocar su oreja, degustando el sabor salado y delicioso de su dermis.

En otra ocasión, como las anteriores, lo más probable era que se hubiera quedado quieto y buscara un poco de reposo para su agitación, pero ahora lo único que deseaba era seguir besándolo.

-Maravilloso...- susurró, cerca de su oído, con una sonrisa de satisfacción estirándose en su boca, y se relamió suavemente el labio inferior. -Volvería a hac'rlo las veces q'hiciera falta...

Le sonrió, hundiendo la nariz en el arco de su cuello. El abrazo lo había tomado por sorpresa, pero no podía decir que le hubiera desagradado, por lo que se permitió finalmente reposar, reclinado sobre él y dejando que sus manos se deslizaran por el contorno del torso del nórdico, suavemente, casi con ternura.

-No importa...- declaró, con voz ligeramente adormecida. Las caricias de Dinamarca sobre su espalda y el susurro de su voz contra su oído lo relajaban, si bien de vez en cuando un pequeño estremecimiento se apoderaba de su cuerpo al sentir la respiración caliente del danés contra su piel. -Trataré..- le dijo, sonriendo, y depositó una hilera de besos en su cuello y su hombro derecho.

Sentía nuevamente la neblina asfixiante del alcohol apoderándose de sus sentidos y una sonrisa tonta se alargó por sus labios, que rozaban apenas la clavícula de Dinamarca.

-¿Quier's darte un baño?- antes de que perdiera la consciencia, quería decir.