Suspiró mientras que se recargaba contra el barandal de la azotea.
El viento jugueteaba con su corto flequillo y le hacía entrecerrar los ojos, a pesar de que traía puestos sus lentes. Había decidido presentarse ese día en la reunión (a petición de su hermano y de su autoimpuesto-cuñada), pero los nervios y la tímidez habían podido con ella y se había escapado al lugar más lejano de todo el edificio: la terraza.
Sintió como su cuerpo se relajaba, y tomó una profunda bocanada de aire. Nada mejor que estar un momento a solas en vez de soportar aquellas locas reuniones a las que los países y/o capítales asistían...