Mirar el horizonte nunca caía mal para dar paz a su cuerpo y alma, ahora se encontraba muy relajada, suspiró recostándose sobre la reja que rodeaba la azotea entera, dejó que su cuerpo se deslizara hacia abajo sobre éstas, cayendo al final, sentada sobre el piso. Empezó a sentir que no era educado y muy corriente el ver a una chica de esa manera en el piso, pero no le dio importancia, sus piernas estaban extendidas frente a ella; sus pies empezaron a chocar uno contra otro mientras que su mirada se dirigía hacia el cielo contemplando las nubes ser arrastradas por el viento en dirección a la derecha. Hacía un día muy lindo, el cielo era azul celeste, las nubes eran blancas y el sol radiaba como nunca antes lo había hecho, se permitió dar otro suspiro.